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La lacra del amaño de partidos vuelve a poner su lupa sobre el fútbol español. El caso del encuentro disputado entre Levante y Zaragoza en mayo de 2011 provoca que la legalidad en este deporte quede en entredicho. A la espera de la sentencia del caso y la culpabilidad o no de los implicados, lo único cierto es que la imagen del fútbol patrio queda dañada.
En este proceso se están investigando las transferencias realizadas por el Zaragoza a cuentas de sus futbolistas y la retirada por parte de algunos de sus jugadores de dichas cantidades transferidas han encendido las alarmas de la justicia. Supuestamente, dicho dinero debía ser sacado para entregárselo al club y que este pudiera libremente primar a los jugadores del club levantinista.
Actualmente la justicia tiene un vacío legal en este tipo de situaciones. Según la legislación deportiva, cuando no es un club, sino una persona física quien paga por una victoria, no hay ilegalidad, aunque sí que se regula en el artículo 286, bis del Código Penal que fijan sanciones, multas y penas de cárcel para aquellas conductas que tengan como finalidad “predeterminar o alterar de manera deliberada y fraudulenta el resultado de una prueba, encuentro o competición deportiva de profesionales”. Esta sanción también se recoge en el artículo 82 del Código disciplinario de la real federación Española de Fútbol.
Una situación que ha permitido que los amaños de partidos o primas a jugadores pueden haber existido en la competición española desde hace muchas temporadas. El trasvase de maletines en las últimas jornadas por dejarse ganar o cometer un fallo para provocar la victoria del rival han sido prácticas que no se ha podido probar en muchas ocasiones pero al igual que las meigas, haberlas hailas.
Esa falta de cobertura por parte de la justicia para controlar el fútbol español si ha existido en otros países.
En nuestra península esta situación se ha puesto de manifiesto en encuentros de equipos que buscaban salvar la categoría. Sin embargo, en otros países como Italia estos casos de manipulación han afectado hasta el campeón de la liga.
El 14 julio 2007 la Comisión de Apelación de la Federación italiana de fútbol resolvió el escándalo de la compra de partidos en el Calcio, el conocido como Moggigate (sobornos a jugadores, árbitros, etc.) con el descenso de las Juventus, la Lazio y la Fiorentina mientras que el Milán, por su parte, empezaría la siguiente temporada con el casillero en negativo. El equipo turinés había sido el vigente campeón por lo que además, a la entidad de la familia Agnelli, se le quitaba la propiedad de sus últimos dos títulos además de partir con una sanción de -30 puntos en la siguiente temporada (al final fueron -17) en la serie B.
El fútbol del país de la bota se lleva la palma en corrupción ya que, a pesar de que éste fuera su escándalo más sonoro, ha tenido que convivir con condenas a jugadores, árbitros y directivos por casos de apuestas deportivas (Paolo Rossi), dopaje, etc.
Italia no ha sido el único país implicado en la corrupción en el fútbol. La Bundesliga también se vio afectada por esta lacra cuando salió a la luz el reconocimiento por parte del árbitro Robert Hoyzer de haber manipulado cuatro partidos y haberlo intentado en otros tres por encargo de una mafia croata. Recientemente, en Georgia ocho árbitros han sido detenidos (uno de ellos de categoría FIFA). El motivo de la detención de los mismos estaba en que afectaban sobornos de entre 2500 y 5000 dolares por determinar de antemano el número de tarjetas amarillas y rojas que debía ver cada equipo para influir en el resultado del mismo.
Todos estos casos de corrupción, amaños y alteración de las competiciones en el mundo del fútbol lo único que provoca es un daño irreparable en la imagen de la competición. El deporte limpio, el hecho de que gane el mejor o valores como la deportividad tienen poco valor cuando lo que se pone en juego es cambiar de categoría la temporada siguiente, ganar un título o enriquecerse. Es en ese momento cuando el fútbol deja de ser un deporte para ser un negocio.
