Muerto sobre la cama. Así encontraron las autoridades nazis el 23 de enero de 1939 a Matthías Sindelar y a su novia Camila Castagnola. Las teorías sobre su fallecimiento fueron diversas; unas apuntaban al suicidio por inhalación de gas, otras a un asesinato por parte de las tropas alemanas. Hipótesis en torno a su muerte donde lo único cierto es que el misterio quedó para siempre instalado en el adiós del mejor jugador austriaco de todos los tiempos: Matthias Sindelar, el Mozart del fútbol.
Nacido el 10 de febrero de 1903 en Moravia (actual República Checa), posteriormente se trasladó junto a sus padres y hermanas a Favoriten uno de los suburbios judíos más pobres de Viena. Hijo de un albañil y una lavandera Matthias tuvo que hacerse cargo de la familia a los catorce años tras el fallecimiento de su progenitor en el frente. Una época donde el adolescente Matthias era la persona más famosa del barrio al ser el jugador que más brillaba en los partidos callejeros.
Fue precisamente el balón quien sacaría de la miseria a un delantero denominado el hombre de papel por su aspecto de futbolista endeble y frágil que se distinguía del resto por su elegancia y movilidad.Dicha calidad futbolística no pasó inadvertida para el equipo de aficionados del Hertha Viena que le fichó con 15 años. Allí se formó el Mozart del fútbol antes de fichar por el equipo de la burguesía judía de Viena, el Austria Viena.
Sindelar se convirtió rápidamente en el líder del equipo de la capital austriaca con el que ganó todos los títulos del país y disputó más de 600 partidos a los que la gente acudía en masa para deleitarse con su juego. Aun así, fue un jugador que a pesar de su calidad debutó tarde con su selección al ser criticado por su poca implicación el apartado físico del juego.
El equipo maravilla
Austria era un combinado nacional conocido con el sobrenombre de Wurderteam (equipo maravilla) por sus exhibiciones en el terreno de juego y en el que Matthias debutó en 1926 con veintitrés años. Una escuadra creada por el preparador Hugo Meisl que contaba con jugadores como Platzer, Schall, Vierti o el propio Sindelar y que consiguió enamorar al mundo con victorias como el 8-2 que le endosó a Hungría.
Dichas credenciales futbolísticas que evocaba el éxtasis en el aficionado convirtieron a Austria en la principal favorita a llevarse el Mundial de Italia en 1934. Prueba de ello es la anécdota protagonizada por el seleccionador de Francia, el inglés Sid Kimpton, en el debut ante el combinado austriaco. Un partido donde ordeno al marcador de Sindelar, George Verriet, seguirle en todo momento hasta el punto de ordenarle que “si Matthias va al baño, tú vas con él”.
Sin embargo, en dicho mundial Austria no cumplió con las expectativas tras caer en semifinales ante la ganadora del torneo, la Italia de Guiseppe Meazza, con un más que dudoso arbitraje posiblemente influenciado por Benito Mussolini.
A raíz de la derrota en tierras italianas, el siguiente mundial, el que se disputaría en Francia en 1938, era el próximo gran reto del Wunderteam. Sin embargo, Austria nunca llegaría a jugar como selección en el país galo tras su anexión a la Alemania de Hitler.
A raíz de esta situación y para conmemorar el adiós del combinado austriaco como país independiente, el III Reich organizó un partido de despedida que disputaría Austria (el Anschluss) ante Alemania el 3 de abril de 1938 en el Prater. Un encuentro donde la selección comandada por el hombre de papel comenzó ridiculizando con su juego a los alemanes aunque no marcaban gol por miedo a represalias. Sin embargo, en el segundo tiempo, hartos de la pantomima, vencieron a los teutones por dos goles a cero gracias a las dianas de Sindelar primero (que hizo enloquecer al público que gritaba Austria, Austria tras perforar las redes germanas) y de Testa que Matthias celebró con un baile burlón, un vals, ante las autoridades nazis que presenciaban el encuentro.
Tras el ridículo realizado por el combinado alemán, el seleccionador Herderberg intentó que Sindelar formará parte de la selección teutona. Sin embargo, Matthias siempre se negó a enrolarse en dicha formación alegando diversos motivos aunque el verdadero, y que siempre ocultó, era que Alemania estaba asesinando a sus semejantes: los judíos.
Despues de tomar la decisión de renunciar a jugar con el combinado teutón, Sindelar cayó en el ostracismo hasta su misteriosa muerte. Un fallecimiento en el que, pese al intento de la Gestapo de que la noticia no recorriese Viena, Hitler no pudo evitar que más de 15.000 de sus paisanos dieran el último adiós al mejor jugador austriaco de todos los tiempos: Matthías Sindelar, el Mozart del fútbol.