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8 de marzo de 2017. Esa fecha quedará para siempre marcada en la historia de la Champions League y del Barcelona por producirse un hecho histórico. Ese día el equipo azulgrana pasaba a ser el único club de la historia de esta competición europea capaz de remontar en una eliminatoria un 4-0 adverso tras derrotar al PSG en el Camp Nou por 6-1. Una goleada sin paliativos que dio el pase a cuartos al Barcelona y que está sustentada y cimentada en un único elemento: la fe.
En este sentido, el duro correctivo sufrido por el Barcelona en París, que dejó en evidencia sus carencias futbolísticas esta campaña (ver artículo ¿el final del Barça de Luis Enrique?), hacia impensable que dicha gesta pudiese ser posible. Una hazaña que en ese momento sólo era visible en la mente de unos pocos creyentes entre los que se encontraba el propio técnico azulgrana.
Así las cosas, Luis Enrique fue implantando la idea de “la machada” (como él mismo definió la posible remontada tras el partido de ida) en una plantilla que había mejorado su estado mental gracias a los triunfos por goleada ante equipos como el Celta de Vigo o el Sporting de Gijón.
Precisamente, tras la victoria ante el conjunto asturiano se produjo otro paso importante para lograr esta gesta: el entrenador blaugrana anunciaba que lo dejaba a final de esta campaña. A raíz de esta situación y, tras mejorar el espíritu de la plantilla y liberarse el mismo del “yugo” de la renovación, al gijonés únicamente le quedaba por instaurar en sus jugadores la creencia de que el pase a cuartos era posible.
De esta forma, el estratega asturiano consiguió que su equipo saliese al terreno de juego cual fiera herida que lanzaba ataques desde el primer momento para mantenerse con vida. Un instinto animal que se gestó en ella en el choque de vuelta para enfrentarse a un puñado de niños (como los definió tras el partido la prensa francesa) a diferencia del partido de ida donde la presa catalana fue atacada por aleccionados guerreros. Un grupo de imberbes luchadores llegados al Camp Nou que tras el primer zarpazo de Luis Suárez en el minuto dos se metieron bajo su portería para protegerse de la defensa vital de la bestia catalana.
Sin embargo, el Barcelona consiguió meter el miedo en el cuerpo a los parisinos con tres goles en 50 minutos. Tres ataques de fe que hacían soñar a un Camp Nou que vibraba con cada embestida de su equipo y cuya situación varió con la lanza asestada, en forma de gol, en el minuto 60 por Cavani que hacía que la fiera azulgrana cayera “muerta” en la lona. Un fallecimiento que parecía vislumbrarse en el terreno de juego ya que el “animal catalán” necesitaba otros tres zarpazos para volver a la vida.
Pero, cuando todo parecía perdido, el guerrero Neymar comando el ataque azulgrana hacia la victoria que volvió a creerse ser posible con su gol de falta y, sobretodo, tras anotar el mismo el polémico penalti cometido sobre Luis Suárez.
Tras el gol del argentino, a la hinchada azulgrana le quedaban cinco minutos para creer en la gesta que devolviese a la fiera catalana a la vida. Un regreso al mundo de los vivos que fue obrado por el “enfermero” Sergi Roberto en el último suspiro que puso al animal una inyección de epinefrina que solventó el daño de la picadura realizada en el minuto 60 por el PSG.
De esta forma, el gol anotado en el último suspiro permitía al canterano azulgrana inscribir su nombre en la lista de jugadores jugadores que han firmado las mayores gestas del Barcelona. Con su tanto, Sergi Roberto pasaba a formar parte del “Olimpo de cronistas” del club catalán junto a grandes nombres como Andrés Iniesta, Ronald Koeman o Juliano Haus Belletti.
En definitiva y, dejando a un lado las polémicas arbitrales, el Barcelona consiguió el 8 de marzo de 2017 el pase a los cuartos de final de la Champions League con una remontada histórica que quedará para siempre en los anales del club catalán y la competición europea. Un encuentro y un triunfo que vuelven a poner encima de la mesa los maravillosos momentos que puede ofrecer un objeto tan pequeño como un balón de fútbol, una hazaña que hace, en muchas ocasiones, que el fútbol sea una simple cuestión de fe.
