No ha sido fácil para él. Lionel Messi tuvo que ver como el Barcelona quedaba fuera de la pasada Champions dando la impresión de ser un pequeño equipo frente a una Juventus que se asemejaba a un gigante, tuvo que soportar quedarse durante el mercado estival si su socio y una de las patas del trípode ofensivo catalán como era Neymar que se marchó al PSG y tuvo que sufrir la superioridad del Real Madrid en la supercopa de España.
Todo este cumulo de circunstancias fueron demasiadas situaciones difíciles para el menudo futbolista que, al igual que un creyente que ha perdido la fe, se recluyó en sí mismo dando la imagen de una estrella apagada pero, todo ello, tenía un objetivo: revertir esa situación.
Así las cosas y cómo si de un monje se tratase, el argentino comprendió que la clave pasaba por dar un golpe encima de la mesa del tablero futbolístico, por volver a anunciar en el campo que tanto él como el Barcelona se han recuperado de sus heridas y están listos para la guerra.
Un mensaje que comenzó a mostrar en el debut liguero donde se echó el equipo a la espalda para liderar una cómoda victoria ante el Betis donde no marco porque Tosca “decidió” anotar el tanto del argentino el mismo en su propia puerta.
No contento con ello, el “10” azulgrana fue a Vitoria el siguiente fin de semana para certificar que su estado de forma era el óptimo al anotar los dos goles que dieron la victoria a los catalanes y que no fue un hat-trick porque erró un penalti.
Por si todo esto fuera poco, en el derbi ante el Espanyol marcó tres tantos, los primeros el encuentro, que allanaron el camino de la manita que el Barcelona endosó a su rival local.
Pero, si había un rival para mostrar que el guerrero está listo para el combate ese era el debut en Champions League ante la Juventus. Un choque que además suponía la “vendetta” del argentino y el Barcelona frente a los italianos por la eliminación en los cuartos de final del pasado curso.
De esta forma y tras marcarse con las pinturas de guerra, el argentino saltó al campo para domar a la todopoderosa Juventus de Turín cual gaucho argentino. Un recital que Messi selló con dos goles y una “casi” asistencia (su pase en el segundo gol fue repelido por la defensa antes de que Rakitic) con los que convirtió a la fiera italiana en un ronroneante gatito.
Así las cosas y tras vestirse de nuevo de Messías azulgrana, el “10” argentino es la tabla a la que se ha agarrado el Barcelona y el recién llegado Ernesto Valverde para que sea la imagen de un equipo, renovado en el plano futbolístico, que apunta a no sólo no morir ahogado sino que aspira a ser un candidato a dios de los mares. Una mejora ligada a una figura, ligada al fútbol que marca Lionel Messi.