Divertirse. El disfrute a través de la práctica es la máxima de cualquier deporte y el fútbol no es una excepción. Un objetivo que en el mundo profesional parece ser algo secundario anteponiendo la victoria al placer, una premisa con la que nunca coincidió Ronaldinho Gaucho, la escenificación de la felicidad en el profesionalismo.
El pasado 16 de enero de 2018 Roberto de Assis Moreira, hermano y representante de Ronaldinho, anunciaba la retirada del jugador brasileño de 37 años.
Pero, la historia de Ronaldinho como futbolista nace de la felicidad de poseer el balón y hacer diabluras con él. Prueba de ello reside en el hecho de que de niño su juego se gestó en las canchas de fútbol sala antes de dar el salto al césped de la mano de Gremio.
Sin embargo, al igual que todas las bellezas que existen en el mundo, su talento pronto llamó la atención de los poderosos como fue el caso del PSG que lo firmó para iluminar con su fútbol y su sonrisa la ciudad de la luz.
Precisamente fue esa felicidad y diversión que transmitía su juego lo que llevó a Joan Laporta, que acababa de ser elegido presidente del Barcelona en 2003, a fichar al astro brasileño con el objetivo de iluminar un equipo instalado en la penumbra generada por el Madrid de los galácticos.
Desde su llegada al Camp Nou, Barcelona, una ciudad acostumbrada a adorar a los genios, se rindió a los pies del “niño futbolista”, aquel que jugaba al fútbol con el único afán de divertirse.
Así las cosas, su periplo en el conjunto azulgrana permitió al club catalán a empezar a escribir nuevas páginas doradas en su historia a través de la felicidad y el disfrute que llevaba a los aficionados a pagar una entrada para asistir a un espectáculo único, un recital del que salir radiante de felicidad.
En sus cinco años en Barcelona, Ronaldinho ganó una Copa de Europa, varias ligas, un Balón de oro, vaticinó el reinado de Messi (ante las incrédulas risas de sus compañeros) y hasta logró que el Santiago Bernabéu le rindiese pleitesía.
Tras su exitoso paso por el club azulgrana al que llegó tras coronarse como rey del mundo con Brasil, el niño futbolista perdió, una vez cubierto su museo personal de trofeos, parte de la sonrisa que irradiaba su fútbol.
Desde entonces, su fútbol fue dando tumbos por Italia, México y su Brasil natal hasta su retirada el pasado 16 de enero de 2018 tras irse dilucidando esa luz infantil que transmitía su juego hasta apagarse por completo.
Una vez anunciada su retirada, el mundo del fútbol dice adiós al jugador profesional que mejor entendió la esencia de este deporte, el hombre que reinó con la diversión por bandera y que le llevó a ser adorado como un Dios.
En definitiva, con el cierre de la carrera de Ronaldinho se va el protagonista de un juego que cuando tocaba el balón sonreían tanto el jugador, como la pelota y el aficionado. Con su retirada se marcha para siempre el genio que le dibujó una sonrisa al fútbol.