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Se había ido. La pelota esperaba en la bolsa, de un campo de tierra de la ciudad argentina de Rosario, a ser rescatada, pero él no volvió. Pasaron las horas, los días y los meses, pero el maestro no regresó por ella. El menudo jugador que más la hizo disfrutar se había ido en busca de su sueño, se había marchado para ser el mejor jugador del mundo; para ser un genio.
El maestro (apodo puesto por sus compañeros), aquel que había estado dando lecciones de fútbol sin apenas levantar un palmo de estatura en los potreros argentinos, no era otro que Lionel Messi. Cuando se fue, desapareció como un fantasma, nadie sabía dónde estaba. Sus compañeros pensaban que tenía hepatitis, pero la enfermedad que tenía era la pasión por el fútbol.
El lugar elegido para sacar provechó a su enfermedad fue Barcelona. El club catalán fue el único que creyó en las posibilidades del pequeño gracias a la insistencia de Juan Lacueva y Charlie Rexach. Así las cosas, en el verano de 2001 en que el equipo catalán firmó a Saviola como estrella, el conjunto azulgrana había fichado al mejor jugador de su historia sin todavía saberlo, habían adquirido para su cantera.
La apuesta por la inversión debido a los problemas en el crecimiento del rosarino (Messi necesitaba un tratamiento de 1000 dólares mensuales) resultó clave en el futuro del club. En la Masía blaugrana, el pequeño artista argentino fue quemando etapas liderando cada equipo en el que jugaba hasta asomar la cabeza con los mayores.
Una ascensión al primer estrato del plantel del Barcelona que llegó plenamente en el inicio del curso 2004-05, en ese arranque de campaña Messi estaba entre ellos, ya había debutado un 16 de noviembre de 2003 ante el Oporto en un amistoso, pero ese momento era distinto.
En ese inicio de temporada 2004-05, Messi estaba entrenándose con el primer equipo y los elogios esporádicos hacia su fútbol cada vez fueron mayores hasta el punto de que uno de esos piropos venia de la estrella del equipo y del mejor jugador del planeta fútbol del momento; venía del propio Ronaldinho. “Sera mejor que yo” había afirmado el brasileño a sus compañeros quienes, incrédulos, rieron ante el comentario del crack sudamericano. Él sí sabía de lo que hablaba.
Messi entró en la convocatoria del derbi ante el Espanyol. Debutó en partido oficial el 16 de octubre de 2004 a falta de 8 minutos para el final. Ten Cate (segundo de Rikjaard) le dijo “Ve a la banda derecha, niño. Aprovecha el hueco entre lateral y central”. Poco tiempo para demostrar su calidad sobre el campo pero si para ser, en ese momento, el segundo jugador más joven (el primero fue Martínez Aldama con 16 años y 280 días) con que debutaba con el Barcelona al contar solamente con 17 años y 82 días.
Ese día, sorprendentemente en un debutante, con su perfeccionista grado de exigencia, que le ha acompañado durante toda su carrera, tras el partido resto importancia a su debut. Ese día, su carrera en el Barcelona no había hecho más que empezar. Ese día, la afición barcelonista acababa de conocer al mejor jugador de su historia.
La vida deportiva de Messi en el Barcelona ha llevado al club catalán a ganar, entre otros títulos, Ligas, Copas del Rey o Copas de Europa. Una trayectoria en la que sigue coleccionando registros colectivos y personales y en la que, por ejemplo, fue la estrella del mejor equipo blaugrana de la historia, fue la chispa que incendió en el campo las ideas de Pep Guardiola. Un jugador que ha sido coronado rey de reyes hasta en siete ocasiones (cinco balones de oro y dos FIFA World Playe, (ambos galardones fueron el mismo (Balón de Oro desde 2010 a 2015)).
Hablar de sus logros parece evocar la carrera de un futbolista retirado, pero con 32 años aún quedan muchas páginas en blanco de la historia del 10 argentino. Hoy, 16 de octubre de 2019, el mundo del fútbol celebra los quien años del debut de un genio, del comienzo de la trayectoria profesional de Lionel Messi. Un día donde dicha efeméride irá acompañada por un regalo para el astro argentino en forma de un nuevo galardón: su sexta bota de oro.
