El balón. Ese fue el principal responsable de que un talentoso e irreverente joven de Bari fuese futbolista y no delincuente como su entorno parecía predestinar al vivir en una de las zonas más “peligrosa” de la ciudad italiana. Esa es la historia de Antonio Cassano.
El mundo del balompié profesional acogió en su seno hace casi dos décadas a un jugador dotado con la magia futbolística de los elegidos a la que siempre acompañó sus genes callejeros. Un ADN rebelde que le persiguió hasta sus últimos días como profesional…que han llegaron en octubre de 2018 tras anunciar Cassano su retirada.
Su “huida” de la delincuencia estuvo presente para “Talentino” desde sus inicios como reconoció el mismo al asegurar que “si no hubiese sido futbolista, a estas alturas sería un delincuente”.
El aroma callejero y rebelde marcó la carrera de un Cassano que cayó en el cajón futbolístico que acoge a aquellos jugadores predestinados para reinar, como George Best o Paul Gascoigne, y que su propio carácter impidió convertirse en un dios futbolístico durante su carrera.
Criado futbolísticamente en Bari donde se erigió como el gran talento italiano de finales de los noventa, confirmó el presagió de gran futbolista en la Roma como socio de Totti.
Un paso por el equipo de “La Loba” donde emergió su carácter díscolo como evidenció en momentos como la patada con la que rompió un banderín tras marcar a la Juventus (a la que nunca fue ya que no quiso, como el mismo reconoció, “ser un soldado” en un ejército creado para gobernar).
Esa rebeldía sin causa que disfrutó en Roma y que siempre le acompañó se reivindicó a su llegada al Real Madrid del final de los “galácticos” al que llegó como uno de los últimos intentos de Florentino Pérez para mantener su faraónico proyecto.
Sin embargo, como aquel Madrid, a su llegada a España Cassano se encontraba fuera de forma, en declive futbolístico por sus excesos alimenticios (“como igual que un perro” o su pasión por los croissants ) y una vida díscola marcada por su gran cantidad de relaciones con mujeres (llegó a afirmar haberse acostado con más de 700 féminas).
Tras su desastroso pasó por el Real Madrid, volvió a Italia donde su fútbol revivió y murió las veces que quiso (en su paso por la Sampdoria, los dos grandes de Milán, el Parma o el Verona donde vivió su último momento como jugador).
Una muerte y resurrección constante donde “Talentino” brilló especialmente en el equipo genovés (la Sampdoria) donde fue ángel y demonio a partes iguales como demostró llevando al equipo a Europa (acabaron sextos) a su llegada al equipo y viéndolo descender a su marcha en su primera etapa en el club donde llegó a las manos con el presidente (al que calificó también como “viejo de mierda”) por negarse a recoger un premio en un hotel.
En definitiva, Cassano fue, futbolísticamente hablando, un rebelde sin causa. Un “bad boy” al que siempre acompañó una esencia callejera que le impidió codearse con regularidad con los mejores jugadores del momento y que hubiese sido su destino (la delincuencia) sino hubiese sido salvado por el balón.