Se acabó. El pasado 7 de julio, la Copa América 2019 bajó el telón con Brasil como campeón y Dani Alves como MVP del torneo disputado en tierras brasileñas.
El triunfo carioca, tanto en el plano colectivo como individual, se produjo a través de una travesía camaleónica en la que la canarinha y el lateral tuvieron que enterrar sus señas de identidad para adaptarse, con un nuevo estilo futbolístico, al torneo y salir victorioso del mismo tras ganar a Perú por 3-1 en la final en Maracaná.
Como analizamos en Clic Deporte en la publicación Brasil pierde su esencia, la selección carioca ha alcanzado su novena Copa América con Tite a los mandos. Un técnico brasileño con alma de europeo que ha virado el estilo futbolístico brasileño y sudamericano, caracterizado por la vistosidad, el regate y el individualismo, hacia un modelo europeísta centrado en el poderío del colectivo y la supremacía de la táctica.
La mutación de la piel balompédica de un Brasil camaleónico, ideado por el estratega local, se percibe en la esencia futbolística que desprender sus jugadores en el plano personal.
De esta forma, jugadores como Arthur, el ‘Xavi’ brasileño, convertido en gregario de Casemiro en la medular, Gabriel Jesús, desterrado del área hacia la banda para mutar el alma de killer por la de assistant, o, sobre todo, Dani Alves, quien a sus 36 años y, como capitán de la canarinha, se ha convertido en el MVP del torneo tras cambiar su piel de lateral atacante e incisivo por la de defensor riguroso y creador de fútbol, evidencian esa mutación camaleónica de sudamericana a europea que vive la Brasil de Tite.
Dani Alves, el triunfador
Centrándonos en el mejor jugador de la Copa América 2019, Dani Alves evidencia esa necesidad de constante adaptación al entorno para triunfar. Los 40 títulos cosechados por el de Juazeiro a lo largo de su trayectoria profesional muestran los cambios de piel portados por el brasileño para mantener su alma futbolística joven gracias a la ingesta del elixir del triunfo.
El esplendor del triunfo que evoca el juego de Dani Alves, un jugador que por edad debería estar pensando en sus planes de jubilación mientras da sus últimas patadas al balón, nos remite a esa creación artística del pasado que enarbolaba en el imaginario el pacto con el Diablo para mantenerse joven y triunfal a cambio del alma.
Como en dicha figura idealizada del contrato con Lucifer, el lateral brasileño sigue viviendo instalado permanentemente en el éxito, desde su llegada a Europa, como parte fundamental de algunos de los mejores planteles del balompié mundial (Brasil, PSG, Juventus, Barcelona o Sevilla). Un presente dorado permanente que lo convierte en objeto de deseo de las grandes damas del balompié a la caza de un nuevo galán en las exclusivas fiestas de fichajes veraniegas.Una situación que volverá a vivir en este periodo estival al encontrarse sin equipo y ser una pieza de deseo tras su estado futbolístico actual.
Esa aureola de juventud y triunfalismo que irradia Alves, que se percibe también en una forma de ser y de vestir extrovertida y extravagante, tiene como contrapunto, en “el pacto con Diablo” para vivir en el éxito permanente, la venta de su alma futbolística. Así, en dicho acuerdo, el lateral brasileño ha perdido su esencia de lateral ofensivo carioca a cambio de envejecer futbolísticamente como un especialista del rigor defensivo y táctico.
En definitiva, al igual que el camaleón, que habita en África y en las selvas sudamericanas y que ha llegado a Europa como mascota enjaulada en terrarios, Brasil y Dani Alves se han adaptado como esta especie animal al nuevo modelo de triunfo actual, basado en premisas tácticas perfeccionadas en el viejo continente, para vivir en un permanente estado de éxito a cambio de perder su alma futbolística; el jogo bonito.