Extremo izquierdo de gran talento y con un gran porte atlético que bien podría haber dedicado a cualquier otro deporte, Riva eligió el futbol como medio de vida y el gol como su seña de identidad. Una capacidad goleadora para perforar las redes rivales que elevó al Olimpo del fútbol gracias a un endiablado golpeo del balón con la pierna izquierda que le granjeó el apodo, creado por el periodista Gianni Brera, de “el clamor del trueno”.
La consagración de Riva como goleador de gran golpeo llegaría en la repetición de la final Eurocopa de 1968 ante Yugoslavia. Un país balcánico, liderado por Dragan Djajic y que practicaba un fútbol de muchos quilates, que fue apartado de la gloria en la primera final por el árbitro suizo Gottfried Dients con un polémico arbitraje y el italiano Angelo Domenghini que con su gol en el minuto 80 firmaba las tablas y obligaba a ambos equipos a jugar el choque de desempate.
En dicha repetición del partido por el título, el seleccionador Valcarregi devolvió la confianza a un Gigi Riva que había desaparecido de las alineaciones en la ronda del KO tras haber anotado 6 goles en los tres encuentros de la fase de grupos. El de Leggiuno sustituía como referente goleador al milanista Pierino Pratti llevando a la victoria a Italia gracias a un gol suyo y otro de Anastasi. Una diana que le permitió asegurarse el trofeo de máximo goleador gracias a sus con sus siete tantos en cuatro partidos.
Tras el éxito europeo, la fama e importancia de Riva fue en ascenso hasta el punto de llevar al modesto Cagliari a ganar su único Scudeto en la campaña 1969/70 donde además fue el máximo goleador del campeonato italiano con 21 goles.
Un viaje a la cúspide futbolística a base de tantos que le permitió convertirse en el 9 de una Italia que llegó al Mundial de México en 1970 dispuesta a acabar con la hegemonía de la Brasil de O Rei Pele.
Sin embargo, ni el combinado transalpino ni Gigi Riva estuvieron a la altura de una de las mejores selecciones brasileñas que se han visto nunca y que goleó sin piedad (4-1) en el partido por el título a los italianos en uno de los recitales futbolísticos más bellos de la historia.
Tras la debacle mundialista, Gigi Riva regresó a su reino de Cagliari que se en encontraba en aquel momento en decadencia. Una crisis futbolística que tocó fondo en forma de descenso en el peor momento, el año de la retirada del clamor del trueno (1975).
Riva se iba del fútbol con la amargura física que le produjeron las lesiones y la tristeza en el corazón que le provoco descenso a los infiernos de su amado Cagliari. Un triste adiós que no pudo empañar la carrera de un jugador cuyos cañonazos aún claman como truenos por la isla de Cerdeña.