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viernes , 22 noviembre 2024
Fanny Blankers Koen fue elegida mejor atleta del siglo XX por la Federación Internacional de Atletismo.

El ama de casa que se bañó en oro

¿De verdad que soy yo? Esas fueron las palabras de Fanny Blankers-Koen al enterarse en 1999 de que la Federación internacional de Atletismo la había designado como la mejor atleta del siglo XX. El Alzheimer no permitía recordar a la corredora holandesa su pasado sobre las pistas. Cuatro años después, el mundo del deporte se vestía de luto para despedir a la velocista.

Fanny vivió el atletismo de la primera mitad del siglo XX . En esos tiempos, las atletas tuvieron que pelear contra el crono y contra el machismo que predominaba en la cultura mundial. Ese fue el caso de Fanny Koen, una prometedora nadadora que en 1935 decidió dejar la piscina para dar el salto a las pistas de atletismo.

A pesar juventud, el gran trabajo realizado en el agua le había permitido desarrollar su tren inferior. Si su pasado como nadadora fue prometedor, sus inicios en el atletismo anunciaban el principio de una carrera brillante. Unas cualidades que no pasaron desapercibidas para uno de los más prestigiosos entrenadores del país (Jan Blankers) que quedó prendado de su talento y de su persona hasta el punto de pedirle matrimonio.

Así, Fanny Koen pasó a llamarse Francina Blankers-Koen. De la mano de su marido alcanzó su billete, como parte del equipo holandés, para los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 donde pudo conocer a su ídolo Jesse Owens. El atleta de Alabama había conseguido colgarse cuatro oros en su cuello, un registro que la holandesa alcanzaría años más tarde.

El duro trabajo tanto en las pistas de entrenamiento le llevó a triunfar al colgarse el bronce en los 100 metros del europeo de 1938. Su reciente éxito tenía mayor mérito al haber dado a luz a su primer vástago. Sin embargo, el machismo predominante en la época le hizo ganarse el sobrenombre de “la ama de casa voladora” por parte de los ciudadanos ingleses que no entendían como podría descuidar su casa para dedicarse a su carrera como atleta.

Los años de incansable trabajo en las pistas buscando la perfección debían tener su premio en los JJOO de 1940. Sin embargo el estallido de la Segunda Guerra Mundial (que obligó a suspender los juegos de 1940 y 1944) paró en seco la progresión de la atleta holandesa.

A pesar de este duro revés, Fanny Blankers no desfalleció en su sueño de triunfar en el atletismo y siguió con su impresionante ritmo de entrenamiento que permitía que sus marcas no pararan de mejorar. Los años de la guerra hubieran hecho desfallecer a muchos pero no a ella que aseguró, en varias ocasiones la guerra no puede durar eternamente en algún momento tendré mi oportunidad”.

El tiempo había pasado y ya con 28 años ella dio a luz a su segundo hijo en 1946. Sin embargo el ansia de la atleta le llevó algunas semanas después a conquistar los 80 metros vallas y el 4x 100 en el europeo de Oslo. El sueño de los Juegos Olímpicos de Londres de 1948 estaba más cerca.

Al fin llegó Londres, su gran oportunidad. Tras estar inscrita en cinco pruebas tuvo que renunciar al salto de longitud por incompatibilidad del calendario. Ganó Su primer oro llegó el en la final de 100 metros en un embarrado Wembley. Su segundo triunfo fue decidido en la foto finish durante su duelo con Maureen Gardner en la final de los 80 metros vallas. Los 200 metros, su peor especialidad, fue su victoria más cómoda.Sin embargo, la culminación a su exhibición en los Juegos llegó en los relevos del 4×100 donde voló para llevar a Holanda a la gloria ante la atónita mirada de las atletas canadienses y australianas. Con cuatro oros en su cuello, al fin había alcanzado a Jesse Owens.

Su éxito en los Juegos le permitió ser recibida con honores en su país donde la ciudad de Amsterdam se echó a la calle para ovacionar a su campeona. Su carrera acabó ahí a pesar de un último intento de volver a la élite en los juegos de 1952 en Helsinki.

Tras una trayectoria con un final prácticamente de película la atleta holandesa se despedía para siempre de las pistas. A partir de ahí su trabajo se centró en entrenar a las futuras generaciones y a su lucha incansable por el reconocimiento de la mujer en el deporte. El Alzheimer hizo que durante sus últimos años de vida olvidara lo que un día fue, cuando se convirtió en un ama de casa bañada en oro.

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