La derrota ante el Milán en la final de la Liga de Campeones en 1994 que supuso el final del Dream Team de Johann Cruyff, el triunfo por 3-1 del Mónaco de Fernando Morientes en la vuelta de los cuartos de final de la Champions ante el Real Madrid que marcaba el fin de la era de los “Galácticos” o el 7-0 endosado por el Bayern Munich al Barcelona en las semifinales del año 2013 que marcaba el final de la era Guardiola de la mano de su sucesor Tito Vilanova han supuesto, todas ellas, el final de un ciclo exitoso que obligaba a una regeneración para volver a la senda del triunfo.
En este sentido, la derrota sufrida por el Barcelona de Luis Enrique ante el PSG de Unai Emery por 4-0 en el Parque de los Príncipes de París deja abierta la duda de si este es el varapalo que marque el fin de la era del técnico asturiano en la casa azulgrana.
Una dura caída que obliga al equipo catalán a hacer “la machada” en la vuelta en el Camp Nou, como afirmó Luis Enrique en la rueda de prensa posterior al partido, si quiere estar en los cuartos de final de la Champions League. Una gesta que a día de hoy parece más bien una quimera y que pone en evidencia los problemas futbolísticos del equipo barcelonista.
En este sentido, el PSG derrotó al conjunto catalán desmontando su escasa presencia futbolística en el campo a base de un excelente trabajo de presión, transiciones rápidas y, sobre todo, una excelsa pegada de cara a portería que pudo haber sido aún mayor si Ter Stegen no lo hubiese evitado.
Pero, centrándonos en el actual juego azulgrana, hay que destacar el abismo existente entre la línea de creación y la tripleta atacante. Un ataque formado por Messi, Luis Suárez y Neymar que a lo largo de la temporada han enmascarado las carencias futbolísticas del equipo gracias a su enorme talento capaz de decidir los encuentros con una chispa de genialidad de alguno de ellos.
Sin embargo, el encuentro disputado en París mostró también, por ejemplo, el bajo momento de forma y futbolístico en el que se encuentra un Sergio Busquets que, a pesar de ser el mejor mediocampista defensivo del mundo, dista mucho del ancla que mantenía a flote siempre el equipo dirigido por Pep Guardiola.
Además de la crisis en la que se encuentra el jugador de Badía, otra de las grandes carencias que tiene este Barcelona es la ausencia de Xavi Hernández. El jugador de Terrassa era el hombre encargado de construir los cimientos futbolísticos del equipo catalán en el pasado y desde su marcha a los Emiratos Árabes nadie ha sido capaz de reemplazar su función en el equipo haciendo que su sombra sea cada vez más alargada.
Un puesto en el once que Luis Enrique optó por que fuera Andrés Iniesta el que cumpliera dicho rol. Sin embargo, el jugador manchego ha brillado como futbolista desde otro lugar del campo, el destinado a ser el enlace en las transiciones entre la defensa y el ataque y no siendo un constructor de juego. Prueba de ello es el hecho de que siempre fue el jugador más liberado en la zona central del campo y esta circunstancia hace que sea muy difícil que se convierta a constructor puro en los últimos años de su carrera futbolística.
Por lo tanto, parece que el origen donde nacen los problemas del actual Barcelona de Luis Enrique reside en la figura del constructor de fútbol. Una posición que el PSG si tuvo en el encuentro en la figura de un joven Verrati y que incide aún más en la erosionada relación del técnico asturiano con otro de los creadores de fútbol del equipo como es el croata Iván Rakitic que apenas está contando para el entrenador español.
En definitiva, la derrota ante el PSG dejó sobre la mesa de autopsias el cadáver de un equipo azulgrana que debe variar diversos órganos de su cuerpo para volver a la vida. Un duro varapalo que hace vital esta cuestión al igual que conocer si se producira la continuidad de Luis Enrique, que aún no se ha pronunciado sobre esta situación, a final de temporada al frente de la nave blaugrana.