El tiempo es una de esas cosas que nos permiten olvidar las tragedias y los malos momentos a posteriori, prueba de ello es que en el momento de la felicidad pocas veces se recuerda que en el pasado se sufrió para lograr ese momento al igual que si ocurriera la situación contraria.
En el mundo del fútbol, el tiempo y el pasado apenas importan. Los clubes viven del éxito continuo y constante ya que sus logros son efímeros ya que duran un momento y al día siguiente de ocurrir ya sólo forman parte de la historia del equipo y no valen de nada en el día a día del club.
En el caso del Atlético de Madrid, el equipo de la orilla del Manzanares vive ahora mismo un momento dulce, un momento de éxito. Desde que comenzará esta temporada el cuadro rojiblanco se ha mantenido en lo más alto de la clasificación junto al Barcelona practicando un fútbol basado en el orden táctico tanto en defensa como en ataque, seña propia de Diego Pablo Simeone, hasta el punto de volver a reinar otra vez en los derbis ligeros ante el eterno rival con la victoria del pasado sábado por un gol a cero de Santiago Bernabéu.
Un liderato que no vivía el club madrileño desde hace tres campañas cuando un 11 septiembre 2010 en San Mames, en Bilbao, en un Atléthic de Bilbao-Atlético de Madrid donde los colchoneros vencieron por un gol a dos gracias a los tantos de Forlán y Tiago que hicieron inútil el tanto sobre la bocina del riojano Fernando Llorente.
En ese momento el equipo rojiblanco estaba sentado en el éxito ya que venía de haber ganado la Europa League la campaña anterior y la supercopa de Europa a principios de dicha campaña. El técnico que había instalado al club en el marco del éxito era Quique Sánchez Flores. Sin embargo, ese inicio de campaña que va a marcar los últimos momentos de éxito del equipo. Desde entonces el equipo entre una dinámica de resultados negativos teniéndolo durante todo el año deportivo en la mitad de la tabla lejos de los puestos europeos que no se alcanzaron hasta el final con un agónico séptimo puesto que daba acceso a volver a la segunda competición europea.
Por ello, se apostó por un cambio en la dirección técnica del equipo para la siguiente campaña con la llegada de un viejo conocido al banquillo del Manzanares, Gregorio Manzano cogía el equipo con la misión de volverlo a llevar al éxito. Sin embargo, la crisis de resultados y de juego que padecía el equipo no cambio con el técnico jiennense que no pudo retomar el vuelo de los colchoneros y que tuvo que dejar el equipo en la jornada 17 tras haber caído en esos momentos en la copa del rey ante el Albacete.
Fue ése el momento preciso para que la historia del club rojiblanco diera un vuelco de 180° para volver a brillar sus pasos hacia el éxito. Los responsables del equipo del Vicente Calderón Enrique Cerezo y Gil Marín tomaron la decisión en las oficinas del club atlético de dar las riendas del equipo a uno de sus máximos estandartes que se había ganado a pulso a pesar de ser extranjero de portar el escudo y el peso del club. El elegido al argentino Diego Pablo Simeone en que había sido uno de los héroes del mágico doblete. El jugador que había destacado por su compromiso, su garra, suborden táctico, y su liderazgo en un campo de fútbol transmitió esos valores en el banquillo rojiblanco a su llegada.
Con él, el equipo empezó a saber a qué jugar, a ser fiel a un estilo de juego al alcanzar el éxito pero sobre todo a volver a tener una ideología futbolística que enamorar a la afición y les hiciera partícipes de ese momento como una seña de identidad del club. Con él se ganó una Europa League en esa campaña, una supercopa Europa el año siguiente pero sobre todo la copa de su majestad el rey ante el Real Madrid, el eterno enemigo, y en su estadio en el Santiago Bernabéu.
Simeone ha hecho un equipo ganador que sabe a lo que juega porque la base es el orden táctico defensivo que le permite tener una disciplina al ahora de atacar representada en hombres como Diego Costa, Arda Turan o Koke. Jugadores que parecían que no llegarían muy lejos porque su potencial a priori no parecía estar destinado a la élite futbolística pero que él ha moldeado para convertirlos en un bloque ganador.
El argentino es sinónimo del éxito, que la devolución de la alegría a una hinchada acostumbrada demasiados años ha estado a la sombra, acostumbrada la hegemonía del Real Madrid. Ahora ellos son los que saborean el triunfo, la alegría de hacerse con títulos, de estar por encima del rival y deben luchar contra el futuro por que dicho momento bañado en oro intente vencer al tiempo como lo ha hecho con el enemigo.