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sábado , 23 noviembre 2024
Las lesiones están marcando el ocaso de la carrera de Nadal.

El Prometeo del tenis

El tiempo suele ser el gran rival de los deportistas. Por encima de cualquier otra circunstancia, este factor es el que marca el tiempo limitado de sus carreras. Dicho elemento tiene tres fases: ascensión, cenit y ocaso.

Dichas etapas marcan a la perfección la vida de un jugador. Sin embargo, a lo largo de esta línea vital pueden aparecer otros elementos. Unos condicionantes que se acentúan en deportes individuales como es el caso del tenis.

Por norma general, el principal inconveniente que lucha por acabar con la vida “deportiva” de un tenista suele ser la aparición de lesiones. El aliado que tienen los deportistas para combatirlas se encuentra guardado en el secreto de la eterna juventud aunque, hablando de deportes de élite, dicho elixir se desvanece con mayor rapidez.

Ese es el caso de Rafael Nadal. El tenista manacorí está volviendo a vivir esta temporada un continuo déjà vu con el calvario que las lesiones. Tras haber realizado una brillante campaña sobre tierra, su luz se apagó a lo largo del resto de la temporada. Sus reapariciones han estado marcadas por nuevas recaídas que han impedido que el genio salga de su lámpara. Esta circunstancia ha provocado que su paso por la temporada de hierba y el inicio de la pista dura haya sido similar al de un fantasma, al de un espectro que sabes que está ahí pero no ves.

Si el viacrucis personal que tiene el tenista español con las lesiones no fuera suficiente, en el último torneo disputado en China ha descubierto que tiene un principio de apendicitis. Una circunstancia que le ha obligado a mantenerse oculto bajo su sábana durante la fase de la temporada que se disputa en la tierra del sol naciente. Ahora llega el momento de volver a casa para analizar si continúa viviendo en las sombras esta campaña o, por el contrario, regresa a la luz terrenal el próximo curso.

Tras haber renacido una y otra vez de sus cenizas; cual ave Fénix. La mejor raqueta de la historia de España ha vivido una carrera en cuya ascensión fue destruyendo rivales a su paso destilando en cada mandoble de su “espada”: fuerza, calidad y esfuerzo. Una poción mágica que le permitió acabar con héroes como Carlos Moya además de destronar al mismísimo Zeus del tenis. Roger Federer tuvo que arrodillarse para ver cómo Nadal le robaba el fuego que alumbraba su Olimpo.

Situado en el final del cenit de su carrera, donde sigue gobernando con puño de hierro la tierra batida, el tenista español comienza a vislumbrar desde su trono el ocaso de la misma. Un final donde el rey del Olimpo se ha cobrado su venganza situándose otra vez por encima del balear. El castigo por atormentar la paz de los dioses mantiene al Prometeo de tenis encadenado a su Cáucaso personal donde un águila (las lesiones) devora su hígado (vida deportiva) permitiéndole regenerarse durante un breve espacio de tiempo, el mismo que dura la temporada de tierra.

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