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“The rumble in the Jungle” (“el rugido de la selva”). Ese es el nombre que se le dio el combate entre el dos de los “animales” más grandes de la historia del mundo del boxeo, el título elegido para la pelea por el título entre George Foreman y Muhammad Ali.
El de Texas representaba al campeón, el de Lousville al aspirante. Foreman era el presente, Ali era el pasado,E l protagonista del enfrentamiento con el sistema por negarse a hacer el servicio militar en 1966 cuando era el rey del cuadrilátero.
Una lucha que marcaría para siempre a los dos contrincantes al igual que al promotor de la misma, a un joven y ambicioso personaje llamado Don King. Para financiar dicha pelea éste se asoció con el dictador de Zaire que puso el dinero para financiar el combate más esperado de la historia, fue el momento elegido por Mobutu Sese Seko para lavar la imagen de su país.
La fecha elegida para dicho combate estaba destinada a ser un día de finales de septiembre de 1974. Sin embargo, una brecha en la ceja de Foreman en un entrenamiento obligó a retrasar el mismo hasta el 30 de octubre de ese año.
Un incidente que llevó al texano a perder el primer asalto antes incluso de subir al cuadrilátero. Ali utilizó su fanfarronería y aura personal para ganarse al público. Se posicionó como el boxeador del pueblo frente al púgil del sistema, él era el negro rebelde que había desafiado al poder, que se oponía al dominio de Foreman.
La campaña mediática que dio al de Lousville la victoria psicológica vino motivada por la capacidad de Alí para congeniar con el público, una estrecha relación que motivó la creación del grito “Ali, bomaye” (“Ali, mátalo”) por parte de los aficionados y que le otorgó la victoria en este “primer asalto”.
Además, Ali tenía una estrategia a la hora de subir al ring… que se guardó para el final. Pegado a las cuerdas (las había hecho aflojar antes de la pelea) dejó a Foreman hacer de favorito. Este no se lo pensó a la hora de atacar sin descanso a un Alí que se defendía con soltura. El de Lousville aguantó descansado las acometidas de su rival hasta el octavo asalto cuando saltó sobre la yugular de su enemigo para mandarlo a la lona.
El cántico “Ali, bomaye” se había cumplido, era el nuevo rey del boxeo. Una pelea que puso a Zaire en el mapa del mundo conocido, que encumbró a don King y a los dos púgiles a la gloria mediática.
El mejor combate de la historia había devuelto Muhammad Ali el poder del boxeo, le había vuelto a colocar en el trono de la selva. Una pelea donde su rugido le coronó como el Rey León más grande de la historia, una cremonia de investidura que hoy cumple 40 años.
