Voracidad. Esa es la característica que tienen en común los grandes depredadores del mundo. Una sed de sangre que está ligada a su instinto asesino, una insaciabilidad que les permite ser temidos y admirados dentro del reino animal.
Realizando un símil futbolístico, dicho depredador estará siempre ligado a la figura del “9”, del temido killer. El delantero centro es el jugador elegido por los entrenadores para acabar con sus rivales, para saciar su “hambre futbolística”.
Sin embargo, en los últimos años el depredador del área está montando y ampliando su radio de acción. El aumento de dichas zonas está relacionado con la evolución del fútbol. Un cambio histórico cuya representación es interpretada, mejor que nadie, por Messi y Cristiano Ronaldo.
Ellos representan un duelo directo y constante como el vivido en el pasado por Maradona y Pelé. Una pelea que va más allá de nacionalidades, goles o gustos subjetivos.
Messi y Cristiano representan la rivalidad entre el Barcelona y el Real Madrid, entre la técnica y la potencia, entre la liviandad y la fortaleza física.
El duelo entre ambos va más allá de los premios objetivos o los títulos colectivos. Su voracidad y sed de sangre les ha llevado a una carrera por ser el mejor, por adquirir la marca que permanecerá como referente en la historia del fútbol.
El último campo de batalla donde ambos se han citado es la Champions League. El argentino (74 goles) se sitúa a la cabeza de la carrera donde no pierde de vista, por el retrovisor, al portugués (71 goles). Una pugna de igual a igual que marcará los próximos años de la máxima competición de clubes.
La eclosión de ambos futbolistas supondrá un antes y un después en el mundo del balón. La voracidad y sed de sangre de ambos hace que marcar el número de víctimas totales de ambos sea una osadía.
Así, el día en el que ambos genios cuelguen sus armas, podemos evocar que un día vimos jugar a Messi y Cristiano, que fuimos espectadores de lujo de la pugna mantenida por ambos durante el cambio evolutivo del depredador del fútbol.