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El próximo viernes Rafael Nadal se enfrentará contra Roger Federer por un puesto en la final del Opel de Australia. El último recuerdo de ambos enfrentándose en las pistas del país de Oceanía quedó marcado con las lágrimas de impotencia del suizo ante la superioridad del tenista de Manacor en la final de 2009.
Aun así, este año ha habido otro elemento que si ha convertido en un enemigo para el propio Nadal. Dicho rival estaba en su cuerpo ya que durante este torneo le salió una ampolla en la mano que le dificultaba desarrollar su juego con fluidez.
Este problema en la mano le supone un hándicap a un mayor para superar cada eliminatoria como ocurrió en la ronda de cuartos de final ante el búlgaro Dimitrov al que derrotó por 3-6,7-6 (3), 7-6 (7) y 6-2 en tres horas y 37 minutos.
En dicho partido se puso en evidencia los problemas que generan dicha ampolla en la mano, a pesar del vendaje, para Rafael Nadal a la hora de sacar ya que le resta sensibilidad al ahora de sacar haciéndole sentir incómodo en la pista. Además el propio jugador español aseguró tras el partido que las dificultades para iniciar cada punto le obligaban a disputar los todos ya que, por norma general, debe colocar la bola en la pista rival sin la posibilidad de buscar en saque directo.
esta situación enmarca aún más la capacidad que tiene el tenista balear para sobreponerse a las adversidades para seguir compitiendo por conquistar uno de los cuatro Grand Slam. Lo más cómodo podría haber sido retirarse para curar la mano e intentarlo en otra ocasión. Sin embargo, la palabra abandono o fracaso no están en el diccionario de Rafael Nadal.
El vendaje especial en la mano es colocado para intentar soportar la incomodidad que supone dicha ampolla al ahora de agarrar la raqueta. Una incomodidad y un sufrimiento que Nadal revierte como ningún otro jugador en el mundo. Él es posiblemente el mejor tenista capaz de encontrarse cómodo en las situaciones más difíciles.
El partido ante el búlgaro Dimitrov, al que denominan Baby Federer fue una prueba más de ello ya que el pase a las semifinales fue una auténtica lucha que comenzó con un set en contra, un duro partido que Rafa ganó más con su mente que con su juego. Una victoria que recuerda a la obtenida ante Federer porque al búlgaro también obligó a romper a llorar, esta vez en rueda de prensa, dada la impotencia de no poder superar al tenista español ni en sus mejores condiciones físicas.
El viernes acudiremos al partido de la venganza de Roger Federer, el choque por quitarse la espina de la impotencia, por doblegar a un Rafael Nadal sobrehumano. El manacori asume sus dificultades para conseguir lo que mejor sabe hacer; llegar a la victoria a través del sufrimiento.
