El debate se ha vuelto abrir. El presidente del Real Madrid (Florentino Pérez) fue “cazado” por las cámaras de El Chiringuito de Neox comentando con la Consejera de Educación y Deporte de la Comunidad de Madrid (Lucía Figar) el posible nuevo nombre del Santiago Bernabéu. El mandatario blanco desvelaba a dicha política que el estadio pasará a llamarse IPIC Bernabéu o Cepsa Bernabéu.
La salida a la luz del posible nombre del estadio madrileño vuelve a poner en relieve el debate sobre este nuevo filón económico para los clubes deportivos. Un modelo de patrocinio y publicidad que precede al utilizado en la indumentaria de los equipos ante el cual acabaron sucumbiendo todos los clubes de la liga (el último fue el Athletic de Bilbao en 2008).
Sin embargo, utilizar una empresa para renombrar tu estadio a cambio de dinero es una fórmula que aún no se ha extendido en la competición española. El Mallorca con él Ono Estadi primero y el Iberostar Estadi después fue el pionero en España al que después han seguido otros como el Espanyol. El club perico ha cambiado recientemente el nombre a su coliseo que se llamará Power8 Stadium durante siete años a cambio de una cifra cercana a los 35 millones de euros.
Por su parte, los dos grandes del fútbol patrio, Real Madrid y Barcelona, parecen estar decididos a utilizar esta nueva forma de esponsorización en un futuro reciente para aumentar sus ingresos, unos benéficos cada vez más necesarios en un mundo del balón donde los gastos de los clubes empiezan a ser mayores.
España está empezando a utilizar un modelo de ingresos muy habitual en otros países como Alemania o Inglaterra. La Bundesliga es uno de los campeonatos donde prácticamente todos los equipos de la competición han sucumbido al dinero procedente de este tipo de publicidad, algo que ponen de manifiesto equipos como el Bayern Munich (Allianz Arena) o el Borussia Dortmund (Signal Iduna Park).
En las islas británicas, un país marcado por su arraigo a las tradiciones, equipos como el Arsenal que ha financiado su nuevo campo (Emirates Stadium) con el dinero de su patrocinador mientras que otros como el Newcastle han puesto el nombre a su estadio (Sports Direct Arena) por interés de su presidente sin recibir ni una sola libra como compensación. Sin embargo, en la otra orilla están equipos como el Manchester United o el Liverpool que siguen manteniendo sus tradicionales Old Trafford y Anfield Road respectivamente.
La “compra” del nombre del estadio nace en los Estados Unidos cuando John I Taylor, propietario de la Fenway Realty Company, decidió construir en sus terrenos el estadio de los Boston Red Sox al que acabó llamando Fenway Park. Tras él, otro hombre de negocios como William Wirgley (propietario de una empresa de chicles) hizo lo propio con los Chicago Cubs.
Éstos dos empresarios iniciaron una revolución que afectó a todos los grandes deportes del país como se puede apreciar, por ejemplo, en los estadios de la NBA (American Airlines, Air Canada), NFL (Gillete Stadium, Lincoln Financial Stadium) o MBL (Safeco Field, AT&T Park).
En contraposición con esta “moda americana”, grandes estadios como el Madison Square Garden o el Yankee Stadium siguen manteniendo intacto su nombre. Una tradición que mantienen grandes eventos como los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol que prohíben expresamente este tipo de patrocinio durante el desarrollo de la competición.
Esta lucha entre tradición y dinero abre el debate que gira en torno al precio de la historia, al hecho de si los elementos emblemáticos de los clubes tienen precio. El actual enfrentamiento entre beneficio y sentimiento aviva la duda de si este nuevo modelo económico acabará sepultando a la gestión tradicional.