Identidad. En el fútbol, al igual que en la vida, cada equipo tiene su propio estilo de juego, su ADN, y la esencia que lo define y lo distingue de sus rivales.
Atendiendo a la premisa del estilo de juego, a lo largo de la historia muchos equipos se han caracterizado por un ideario de fútbol bien definido que ha sido mantenido a lo largo de los años como impronta de su futbol.
En este sentido, este ADN futbolístico se ha apreciado, de manera habitual, por ejemplo, en Italia y su juego defensivo o catenaccio, en Holanda y su fútbol total basado en la combinación de balón o en Brasil y su jogo bonito basado en un ideario futbolístico cimentado en el ataque.
Centrándonos en el caso brasileño, el país sudamericano, el más laureado a nivel mundial, ha dejado una impronta atacante en cada título conseguido a lo largo de los años.
La Brasil del “Jogo Bonito”
Así las cosas, este ADN ofensivo carioca, tan arraigado en la cultura futbolística brasileña, puede apreciarse en los éxitos colectivos desde los tiempos de Garrincha hasta los de Ronaldo.
Por lo tanto, el fútbol de ataque se aprecia a la perfección, por ejemplo, en equipos campeones del mundo como la Brasil de Suecia del 58 bajo la batuta de Garrincha, la Brasil del 70 (posiblemente el mejor engranaje ofensivo de la historia) con Pelé como emblema o la del 2002, la de la delantera de las R (Rivaldo, Ronaldinho y Ronaldo) con el ex de Barcelona y Real Madrid como líder del equipo.
El combinado de Tite
Sin embargo, esa impronta atacante, ese ADN carioca parece haber desaparecido en el actual combinado brasileño. El equipo sudamericano, desde la llegada de Tite al banquillo, se caracteriza más por su seguridad defensiva que por su virtuosismo ofensivo.
Analizando a la actual Brasil, que tiene la sensible baja de Neymar por lesión en la Copa América 2019, el equipo nacional parece haber adoptado en su fútbol el conservadurismo que vive el país a nivel social, desde la llegada al poder de Jair Bolsonaro, como demuestra el hecho de que los de Tite son la selección sudamericana que menos goles recibe (10 tantos en 40 encuentros) desde su llegada al banquillo carioca.
Profundizando en el esquema de juego, ese cambio que ha potenciado el rigor defensivo se aprecia desde la portería. El arquero brasileño Alisson Becker es el mejor jugador de la Brasil que ha alcanzado la final de “su” Copa América sin haber recibido ningún gol.
Además, el entramado defensivo se sustenta en la veteranía de los Alves o Filipe Luis en los laterales y la dupla de centrales del PSG, que mezcla veteranía, juventud y, sobre todo, rocosidad, formada por Marquinhos y Thiago Silva.
Sin embargo, el elemento junto a Alisson Becker que marca esta transición ofensiva-defensiva en el papel capital de Casemiro como ancla del equipo en la línea de tres del centro del campo arropado por Arthur o Fernandinho.
Esta supremacía de la defensa frente al ataque se percibe también en la escasez goleadora del equipo, a excepción de la goleada por 5-0 a Perú. Los Coutinho, Everton o Gabriel Jesús, entre otros, han marcado 5 goles en los 5 encuentros restantes hasta la final evidenciando un problema una escasa efectividad anotadora de un gol por partido, una media muy pobre para un equipo de amplio potencial.
Con este panorama y tras clasificarse para la final de la Copa América, la Brasil de Tite se encuentra a un encuentro de sellar el cambio de tendencia futbolística (el rigor defensivo que tuvo únicamente un papel importante en la consecución del Mundial del 94 en figuras como Taffarel, Dunga o Mauro Silva), a un choque de cambiar un ADN futbolístico por alcanzar el título, a un duelo de perder su esencia.