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sábado , 4 mayo 2024

El año del Everest

Un grito de rabia contenida, tras derrotar en el segundo partido de la Copa de Maestros de Londres a Wawrinka, Rafael Nadal dejó escapar toda la emoción, toda la rabia, la felicidad y la frustración que lo había acompañado durante todo el año. El partido se asemeja mucho a lo que ha sido la temporada del tenista español. En un choque donde los dos sets fueron un calco, Nadal parecía dominar el partido cuya victoria parecía un mero trámite, sin embargo en ambos sets el tenista suizo logró meterse en el partido y poner las cosas difíciles a Nadal que tuvo que emplearse a fondo y sacar su mejor tenis para llevarse el triunfo.

Una victoria especial ya que no sólo clasifica para la fase final del torneo de la élite del tenis sino porque dicho logro le asegura ser el mejor del año, el mejor de una temporada difícil donde las emociones han estado a flor de piel y ha pasado de un extremo a otro para al final alcanzar la gloria, en una travesía que se parece más a la ascensión del Everest.

Ha tardado tres años, tres temporadas desde que en 2010 dejara el número uno del mundo para a pesar de mantenerse en la élite y de seguir ganando títulos, torneos y GRand Slams estar muy lejos de ser el mejor, de sentarse en el trono de la raqueta.

Esta campaña el juego, el estado físico y mental del tenista manacori ha sido muy similar al de una montaña rusa. Empezó desde abajo, desde el duro esfuerzo de ver a lo lejos una montaña y no podré escalar la porque tus piernas no lo permiten. Eso fue lo que le paso al no poder acudir al Open de Australia. Consciente de la situación, Nadal centró todos sus esfuerzos en la tierra batida, su superficie aquella en la que se siente como en casa ya que en los últimos años es la única que no le ha fallado, allí vemos el mejor tenis de un Nadal cuyo reinado sobre el polvo de ladrillo se asemeja mucho al poder tiránico de un emperador que no deja que sus rivales sueñen con alcanzar su sillón de mando.

En una gran temporada de tierra sólo dejó para sus adversarios el trono de Montecarlo al que ya se había subido en ocho ocasiones que pasó a manos de Novak Djokovic. Le dolió esta derrota por lo que significa el torneo del principado, un torneo talismán. Sin embargo, volvió a reinar en las otras pistas en el master de Roma, en el de Madrid en el conde de Godo y sobre todo por octava vez, para ser el único que lo ha logrado, en Roland Garros. El Olimpo de la tierra batida.

A un nivel espectacular Nadal llegó a Londres, sin embargo cómo aseguraría después su tío Tony había estado dando lo máximo, por ello en Wimbledon cayó a las primeras de cambio ante el desconocido Darcis. Nadal volvió a sentir las peores sensaciones, no sólo había caído el, su rodilla volvía a quejarse del esfuerzo.

En ese momento para el tenista español comenzaba un nuevo calvario de duro trabajo físico, horas en el gimnasio, la piscina, duros entrenamientos y mucho esfuerzo para volver a sentirse tenista, para volver a ser el.En su regreso, y para probar su rodilla bajo el nivel para acudir al torneo de Viña del mar, las dudas en torno a su estado tanto físico como mental estaban presentes en prensa, aficionados y en su entorno. Lo positivo de dicho torneo a pesar de caer en la final fue el haber llegado hasta allí a pesar de no haber jugado un gran tenis.

Tras ganar en Brasil ante rivales menores, en el siguiente torneo en Acapulco el tenista español abrió las puertas a una posible resurrección, la esperanza de volver a ser él llegó tras derrotar a Nicolás Almagro pero sobre todo a un top cinco como David Ferrer. En ese momento la rodilla y la mente de Nadal estaban en condiciones de regresar a la élite. <br>
Tras ganar ese torneo y gobernar la gira americana con puño de hierro desde Indian Wells donde derrotó a tres de las mejores raquetas del mundo como son Federer, Berdych y Del Potro, ya no había dudas su momento había llegado. Así ganó ese torneo además de Montreal y Cincinnati pero sobre todo el Open Usa ante su bestia negra, el monstruo que se levantaban la cima del Olimpo del tenis; el serbio Novak Djokovic.

Todo estaba listo para que en China volviera a ser número uno, una cota un sueño que nadie ni siquiera él pensaba conseguir en los meses en la sombra. Hubiera firmado ganar algún torneo de la gira americana en aquellos meses de recuperación, haberse sentido que podía competir ante los mejores, sin embargo el afán de Nadal por la victoria lo llevó a dar un punto más de superación. Si su carrera es como subir la cima de un Everest, esta campaña después de haber caído hasta la base en plena ascensión volvía a levantarse para subir la montaña y coronarla había hecho en 2010. En China llegó hasta la final tras derrotar al checo Tomáš Berdych en semifinales aunque volvió a caer con Djokovic en la final donde a pesar de la derrota era de nuevo el número uno.

Le dolió el traspiés pero tras llegar a semifinales en el siguiente torneo de París-Bercy sólo le quedaba ganar dos encuentros en la copa de maestros, el torneo de los elegidos, para ser el número uno del año, el mejor del mundo de la raqueta.

Tras lograr ese objetivo ante Wawrinka, Nadal explotó para festejar su objetivo; el Everest se había coronado. En el que como él ha definido pueda ser el mejor año de su carrera por el amplio contraste de sensaciones que ha vivido, el tenista español puede volver a sentirse leyenda. El manacorí ha conseguido un imposible al llegar a lo alto de una cima donde puede escribir su nombre en letras doradas si gana por primera vez el único título que le falta, la copa de maestros, el torneo de los campeones.

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