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Entraba el paciente en la UVI. El gol de Higuaín se convertía en un puñal en el corazón del Dortmund que sentía sobre su espalda la losa que supone tirar la temporada en 15 días.
Si, las derrotas ante el Bayer de Munich y el Bayer Leverkusen en la Bundesliga le dejan a diez puntos del liderato en Alemania y dice adiós prácticamente al título antes de finalizar la primera vuelta. Cuando la noticia del tanto del argentino llegó a Marsella los rostros germanos se volvieron un poema, veían de cerca el adiós a la Champions. El paciente estaba clínicamente muerto para el resto de la campaña con la respiración artificial, que suponía la Europa League, como algo insuficiente.
Sin embargo, cuando todo estaba perdido alguien cogió las palas de la reanimación, un secundario del equipo de Klopp, una estrella invitada como Großkreutz recogía un balón en el área grande del Marsella para llevar la ilusión por la vida a Dortmund para que el cadáver del Borussia se levantase y anduviese. El gol no sólo lo metia en la siguiente ronda sino que accedia como primero de grupo dejando al Arsenal luchando por su vida, una vida que mantuvo gracias a que no llegó un tercer gol napolitano que hacia el segundo, por medio de Callejón, en su último aliento de vida.
Moría el Nápoles como lo había hecho la Juventus ante el Galatasaray, reservando sus armas y sin arriesgar hasta el final. El guion del adiós de la Vechia Sginora ha sido más traumático porque nadie lo esperaba, porque nadie salvo Snjeider, al igual que le ocurriría luego a Großkreutz, era el único que creían el pase.
Un billete que consiguió en el último suspiro, en el momento que divide a la gloria del fracaso. Un trauma en el que están Nápoles y Juventus dejando sólo a un Milan que deambula, en Italia y en Europa, con paso moribundo pero que sigue disfrutando de la competición de clubes por excelencia, sigue viviendo en las Champions League.
