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En la jornada de Premier League que se disputa entre semana hay un enfrentamiento que destaca por encima del resto: Arsenal – Manchester United. El choque de rezuma historia, rivalidad y fútbol destaca en estos momentos por la situación que vivieron ambos en sus últimos choques ligueros.
El Manchester United vio como en el último suspiro se le escapaba un partido que tenía ganado en casa frente al colista, el Fulham. Los diablos rojos que habían ido por detrás en el marcador remontaron el partido a la vieja usanza, un partido de ataque, sin juego combinativo y basado en centros al área. El gol de Darren Bent los devolvió a la cruda realidad, su realidad. Aquella que los mantiene a 9 puntos de la Champions, su mayor empresa esta campaña ya que la Premier (situada a 16 puntos) es prácticamente una utopía.
Por su parte el Arsenal (que lleva haciendo una excelente campaña) dejó escapar el liderato con una sonrrojante derrota en Liverpool frente a los reds por 5-1, donde había encajado 4 goles en los primeros veinte minutos. La imagen en ese tropiezo unido a que no ha podido doblegar a los grandes de la Liga (excepto los discípulos de Rodgers en la ida) ha provocado que los expertos lo consideren como la tercera opción en la carrera por el título tras Chelsea y City.
En las islas a la actual situación se le ha puesto cara: Mesut Ozil. El alemán se ha convertido en la vara con la que medir y atizar a Arsene Wenger y su equipo. El talentoso mediapunta llegó a Londres vía Madrid previo pago de 45 millones y un variable de cinco millones de euros en función de objetivos. Fue la gran bomba de final del mercado estival que estallo a la par que su juego e influencia en Inglaterra. Asombro en su debut y primeros partidos siendo un referente en el equipo.
Sin embargo, su éxito duro lo mismo que dura el descorche de la botella de champan y su incidencia se perdió lo mismo que la espuma tras abrir la botella. En Madrid tras su venta se abrieron dos bandos. Directiva (a favor) – Plantilla (en contra) de su venta.
Ozil abandonó la casa blanca debido había perdido importancia en el esquema del equipo tras la llegada de Ancelotti que aposto por Isco. Además, otro elemento importante fue la prima de fichaje ya que su padre y representante estuvo buscándole acomodo frenéticamente antes del cierre de mercado.
El Arsenal y Wenger fichaban a un violinista con una capacidad única para tocar los acordes del último pase, un asistente de lujo que se había asentado en Madrid tras maravillar al mundo en el mundial de Sudáfrica. Pero, en Madrid acuñaba partidos geniales (siendo el mejor socio del delantero) con actuaciones discretas donde su aportación era nula que tenían lugar en los mismos choques, aquellos contra los grandes rivales.
Esa situación la ha vuelto a experimentar en el cuadro londinense donde su actuación estelar a su llegada fue la misma que la de un ilusionista que emociona al público con su puesta en escena pero hay se acaba el show.
Ozil ha representado esa función en Madrid y Londres, esa que le ha puesto el cartel de fiasco sobre su cabeza. Lo que está claro es que calidad técnica sobra en las botas del alemán aunque lo que no esta tan claro es que esa clase pueda ser determinante en la guerra de los trasatlánticos europeos.
Pocas ferias le quedan a este virtuoso para convencer al público de que puede ser un mago de época antes de pasar al cajón donde se almacenan los ilusionistas. Ahora, en plena “crisis” generada en torno a los gunners debe dar un paso al frente para que el mundo del balón conozca por fin si tras el humo hay un ilusionista o un mago.
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